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Las desafortunadas aventuras del duende heterodoxo


El duende salió de su cueva, un pequeño hueco en la tierra al que a veces tenían el atrevimiento de meterse ratones y algunos anfibios. Camino unos pasos, lentamente, respirando ese dulce aroma que emanaba de aquel árbol. Hacía frio y el cielo estaba encapotado. Se sentó un rato sobre una piedra a hacer sus oraciones duendísticas. Como siempre, su pobre árbol desvió su atención. Decidió entonces meterse a bañar al río. Dudó sobre donde dejar sus pequeñas ropas verdes. Finalmente se las quitó, las dobló y les echó una piedra encima. Agusto se encontraba nadando de muertito cuando sopló fuerte el viento y como era de esperarse (los duendes por su tamaño no son muy fuertes, ergo no pueden cargar piedras muy grandes), la piedra que estaba sobre sus prendas salió impulsada por la corriente eólica y junto con ella sus prendas que fueron a caer a distancias considerables. El duende dijo: "ah, que la chingada". Salió inmediatamente del agua y sintió el frío pegarle directamente. Recapacitó entonces y a pesar de la temperatura, se sintió agusto. ¿Para qué quería un duende usar ropa? ¿Acaso tenía tambien un antepasado edénico que había notado lo impúdico que resultaba andar al desnudo despues de haberse comido una manzana? Hasta donde el duende sabía, ellos siempre habían comido plantas, no manzanas. Prueba de ello era el triste estado del árbol. Decidió que si el ratón y la serpiente no usaban ropa, el tampoco iba a cubrir su cuerpo de ese día en adelante. No tenía nada de que avergonzarse. Despues de sus profundos analisis de la vida y de definir sus nuevas tendencias de comportamiento se trepó al árbol y comenzó a comerse las pocas hojas que le quedaban. Admitía que su sabor era bastante rico y su aroma delicado pero definitivamente no lo saciaban del todo. No era exceso de apetito porque hasta eso se mantenía en forma. Siguió entonces comiendo hasta entrada la noche. Le quedaban unas cuantas hojas al árbol cuando comenzó a sentirse satisfecho pero de todos modos se las engulló.

Reposaba la comida acostado en una rama cuando empezó a llover. No tardó en caer granizo y gotas grandes de las que duelen cuando pegan en la piel desnuda. Ya estaba oscuro como para ir a buscar su ropa hacía rato perdida en las lejanías, correr hacia su cueva lo podía hacer cuando estaba seco el suelo y se guiaba por las lineas que trazaba a modo de camino pero con la lluvia seguro se habían borrado, además influía nuevamente el factor oscuridad. No le quedaba mas que esperar a que pasara la tormenta.

- Maldita sea mi pinche suerte - pensó entonces el duende - si no me hubiera comida todas las hojas por lo menos me hubiera podido hacer un calzón estilo Adán.


Sent By Rayot

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