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Las tres carabelas

Lo vi mientras estaba parado esperando que Sandra, mi amiga de 87 kilos, llegara al inicio de la fila y pudiera comprarse su "Combo Comedores Compulsivos" de palomitas acarameladas, nachos, refresco y helado. Yo estaba recargado en la pared a un metro y cachito del letrero de "CAJA", el sujeto al que observaba estaba parado afuera de los baños, los brazos comodamente reposando en la barra que estaba bajo el telefono público. Con la imagen que tenía, supe inmediatamente: "éste está galaneando". Traía sus zapatos negros más brillantes que una luciérnaga, camisa rayada con su respectivo caimán pegado del lado izquierdo del pecho (del portador de la misma), pantalones beige con raya vertical discurriendo por la mitad de las piernas, y, finalmente, el complemento más perfecto que pudo encontrar, un sueter sobre la espalda, que parecía haber sido hecho unicamente para él. Tras el analisis visual de las prendas del personaje en cuestión, identifiqué el tipo de hombre que todos queremos ser. Y no precisamente para ser como él y vestir como él, sino por la calidad de la fémina de cuya compañía puede gozar un ejemplar humano como el que yo estaba observando: notables visitas frecuentes al gimnasio, ojos de los que a la lectora del presente texto más le gusten, igualmente el cabello, la sonrisa y el rostro. Parecía que se había despegado de las páginas del catalogo de modas que algún descuidado había dejado abierto en una banca de la plaza. Después de lo visible, dejé a la imaginación volar y discurrir en la dirección más lógica: su conquistada estaba en el baño, él caballerosamente esperandola, animoso, vibrante, feliz de estar con ella. Ella, claro está, curvas perfectas, actriz de pelicula, ojos de luna, cuerpo de Afrodita, todo en su lugar.

Después de un corto rato, Sandra, finalmente consiguió su objetivo y venía a alcanzarme con su charola repleta de bebestibles y comestibles. El sujeto seguía parado esperando en el mismo lugar. No denotaba desesperación pero si algo raro, algo que comencé a sospechar cuando le voltée a ver la muñeca, en las postrimerías de mis disquisiciones, pero que de momento dejé pasar y no le di importancia.

Sandra me apuró porque ya casi empezaba la función pero tenía que esperarme a ver a la acompañante de nuestro paciente caballero, no tanto por seguir viendolo a él, sino para no dejar a mi mente con el morbo insatisfecho y a mis ojos, repletos de imagenes que no me placían, pudiendo deleitarlos aunque fuera unos segundos, con la contemplación de la figura femenina que en cualquier momento se iba a aparecer.

Siguió pasando el tiempo y Sandra comenzó a jalonearme. Le dije que se adelantara pero empezó a agredirme y a reprocharme mi falta de atención y mi canallez por lo que mejor cedí y nos fuimos alejando de la escena. En el camino me toparé con otras curvas perfectas, otras actrices, otros ojos de luna, otras Afroditas; pensé y desée fuertemente.

Ya como último esfuerzo y justo antes de darle el boleto al joven que los partía por la mitad, traté de localizar al modelo de revista.

Logré por cuestión de segundos ver a su acompañante que finalmente había salido del baño. Se miraban romanticamente y contenían las ganas mutuas de tomarse de la mano. Sonreí. Me dieron unas ganas grandes, grandes, de abrazar a Sandra y darle un besote en el cachete.

Lo sabía, eso de traer pulseras rosas, amarillas, verdes pistache y lilas, no podía ser más que de gay.


Sent By Rayot

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