Hoy
Acababas de regresar del viaje. Largo sin duda, 21 días que para mí fueron eternos, 21 días que no paré de pensar en ti, 21 días que parecieron 21 meses. Y lo primero que hiciste no fue darme un abrazo, un beso, un algo. Te subiste al coche y la sacaste de tu bolsa, la traías envuelta en periódico y plástico con burbujas de aire, amarrados con mecate. La desenvolviste como si fuera un ritual, absorta, dulcemente maravillada. Y entonces hablaste.
Al principio fue divertido, siempre te han gustado las piezas decorativas, los museos, la pintura, los murales, la escultura. Fue divertido que anduvieras por todo el departamento buscando donde ponerla. Que ahí quedaba bien, no siempre no. Mejor acá, mejor allá. ¿Qué opinas?, me preguntabas. Reías, jugueteabas como cuando nos conocimos y comimos por primera vez un helado con la misma cuchara. Finalmente decidiste que quedaba bien sobre el espejo. Dijiste que la vida está llena de contrastes y tú y ella formarían uno perfecto, tu reflejo y ella, como el blanco y el negro, como el cielo y el infierno. No dije nada porque para mí siempre has sido perfecta.
Y entonces pasó el tiempo y un día quitaste el espejo de la pared. Dijiste que no necesitabas más ver tu reflejo, que lo único que te gustaba ya, eran esos colores, esa delicadeza, esa armonía. No sé porqué no dije nada, todo seguía siendo normal hasta cierto punto, siempre tan excéntrica.
Pero después llegué del trabajo y te oí murmurando en el cuarto. Entré con ganas de dormir pero mi lugar estaba ocupado por ella. La quise quitar pero me pediste de favor que ahí la dejara, que si podía dormir en la sala. Y lo hice.
Finalmente llegó el día. No podía creer que todos los muebles del departamento estuvieran en el pasillo. Los sillones, las lámparas, los platos, la cama y el librero, mi ropa y la tuya. Saqué la llave, abrí la puerta despacio. Ahí estabas sentada en el rincón de lo que había sido nuestro mundo. No tenías nada encima, solo a ella. Parecías dormida y lucías tan dulce que no quise despertarlas. Salí al pasillo, entre las cobijas encontré la maleta que usaste para el viaje. Guardé mi ropa, bajé las escaleras y me subí al coche.
Hoy me estuve acordando de tu sonrisa, tu vieja sonrisa. Qué bonitos dientes tenías.
Sent By Rayot
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